Hace un tiempo, no muy lejano, escribí esta reflexión que no tiene nada que ver con las entradas anteriores. Quizás solo quiero poner una nota de humanidad a esta vorágine económica que nos rodea, un toque de atención y una llamada al sentimiento que más nos define como humanos. No es que me encuentre en una situación parecida, es agua de río que se ha fundido con la del mar, agua pasada. Pero me parece que tod@s hemos pasado por ello alguna vez, así que voy a reproducir tal cual origen, me sentiría orgulloso si a alguien le puede servir de ayuda, aunque no lo llegue a saber nunca.
Hoy hablo del desasosiego, de la
impotencia de no tener lo que uno quiere.
Normalmente, los humanos al igual
que los animales, nos movemos por estímulos, por sensaciones que nos producen
otras personas, por empatía, por afinidad.
Resulta que cuando alguien nos
produce una especial atracción, una necesidad de ver y/o estar con esa persona,
hacemos lo que sea por estar el máximo tiempo cerca de ella. Esto nos lleva a
situaciones que, vistas desde dentro, nos parece normal, pero visto desde fuera
nos parecen un tanto absurdas.
Es decir, hacemos cosas que en
una situación normal ni se pasarían por la cabeza y sin embargo, lo hacemos
porque nos lo pide el cuerpo, como una sed que nunca abreva por mucho pantano
que tengamos al lado, bajo nuestros pies.
Sumergidos en esta necesidad, todo
lo hacemos vinculando nuestras acciones al fin buscado, aunque nos cueste mucho
trabajo da igual, haremos todo lo que haga falta. No importa la dificultad, la
vergüenza, el pudor, el miedo al rechazo, da igual. Solo quieres conseguir el
objetivo. Todo esto es bonito, hace sentirnos vivos, despiertos, parte de un
conjunto y parte del mundo. Sería un cuento de hadas si no existiera la
posibilidad del fracaso, el cual nos produce agotamiento físico y, sobre todo, hundimiento
mental, naufragio cerebral.....Las endorfinas no salen de fiesta. Las mismas
que nos hacían correr cuando llaman nuestra atención, las mismas que nos ayudan
a dar un paso más y subir por fin la montaña del miedo al rechazo, las mismas
que nos hacen despertar con una sonrisa en la cara aunque amanezca nublado. Es
duro luchar por algo y no lograrlo. Es duro caerse, el suelo es frío y no
entiende de corazones blandos. Cuesta mucho asimilar que no puedes llegar, que
no eres suficiente, que en realidad esa no era tu batalla y la guerra estaba
perdida antes de empezar.
Pero es lo que tienen los
inconscientes, que lo dan todo pensando que pueden ganar, o mejor dicho, sin
pensar, porque si tuvieran el mínimo de lucidez para observar lo que se
avecina, no se tirarían al barro de cabeza, pero tampoco harían nada que
emocione a otras personas, que los conmueva su valor, sus ganas de hacer
locuras por alguien, que al final es lo bonito que tienen, es su carta de
presentación y su aval en la vida. Porque el que no arriesga no gana, porque
prefiero vivir en una ilusión, aunque solo sea eso, una ilusión... y la
realidad te golpee en la cara, te estampes con un muro de hormigón y tu cara
pase a ser parte del muro y el muro parte de tu corazón, da igual, la esperanza
de poder lograr tu meta puede más que los golpes recibidos. No siempre perderé,
supongo, pero ya he supuesto demasiadas veces......
Ser inconsciente no es malo, solo
peligroso. Peligroso por lo que pueda venir y no ser capaz de asimilarlo, de
aceptarlo, de resignarse a la evidencia, aunque siempre quede un resquicio para
la ilusión, porque algo siempre queda, la puerta no se cierra totalmente, por
lo menos la mía, siempre se queda entreabierta, lo jodido es que la puerta de
su alcoba esté cerrrada, y con llave. No soy cerrajero y por la fuerza no voy a
entrar, solo necesito una llave maestra, la cual, evidentemente, no sé donde
está y ni se siquiera si está a la venta. La busco, rebusco y no la encuentro.
No sé si ganaré mi batalla o
simplemente soy inconsciente por entrar en guerra. A veces me dá la impresión
de querer mezclar agua y aceite, positivo y negativo, pero los polos opuestos
se atraen y parezco estar empeñado en realizar la cuadratura del círculo. Creo
que lo malo no es entrar en guerra, lo malo es que tu adversario no sepa que
hay guerra....o esté en medio de otra. Entonces lo tienes jodido, muy jodido.
Quién va a querer luchar por un terreno que, vistas las reacciones, le parece
yermo?? Es como vender estufas en el desierto.... pero te empeñas, porque en la
noche Sahariana, hace frío, y juegas tus bazas a una carta aún sabiendo que no
tienes nada que apostar, ni con que ganar. Vuelves a ser un inconsciente.
Has ganado muchas batallas y
guerras, casi siempre cuando te ha apetecido, pero ahora no hay forma. Resulta
paradójico ser para unas el guerrero definitivo y para otras de soldado raso
para abajo y resulta duro porque las batallas que has ganado te han servido
para conquistar territorios que no te interesaban y tu Nápoles, se lo quedan
otros....Parece que solo queda lamerse las heridas, aguantar agazapado el
invierno, buscar calor en los amigos, esperar que llegue el verano y olvidarse
de esta guerra, que estaba perdida antes de empezar y no quisiste aceptar.
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